En el libro hay algunas referencias a viajes de mochileo, algunos de los
cuales podrían dar para otro libro o, al menos, para una novela corta. La mayoría
de ellos han tenido lugar en Asia, tanto en la India como el Sudeste asiático,
uno de los paraísos para este tipo de aventuras, que nunca sabes cómo pueden
terminar ni por dónde van a salir. Hay gente que prefiere viajar de forma más
organizada, tipo agencia y tal, pero creo que de esta forma se pierden los
elementos más genuinos de lo que supone el viaje en sí: la espontaneidad, el
contacto más cercano con el día a día local, el riesgo, la sorpresa, etc.
Recuerdo una anécdota que no recojo en el libro y que ocurrió en 2012 en la zona de
las 4000 islas, en Laos, cerca de la frontera con Camboya, cuando cruzaba de
una isla a otra. Ese día en el embarcadero solo había un grupito de chavales. Dos
de ellos se ofrecieron a llevarme en su barquilla y yo acepté encantado. El
tramo no era muy largo pero se me hizo eterno ya que a pocos metros de remo,
aquello empezó a tambalearse y me daba cuenta de que estaba entrando agua. Mientras,
mis dos improvisados pilotos me miraban sonriendo, como diciendo “no te
preocupes, que esto es lo normal aquí”. Por un momento pensé que volcábamos allí
en mitad del río. No me hubiera importado tener que apañarmelas nadando (la
orilla estaba relativamente cerca), pero temía por mi pasaporte, dinero y demás
pertenencias. Si mi mochila hubiese pesado un poco más quizás fuese ese el
desenlace. Al final todo se quedó en un ligero susto y pude continuar mi camino
con mis bártulos intactos. Por un momento uno piensa “pero en qué movidas me
meto”, pero luego todo se queda en nada, una anécdota típica más de mochilero.
Aquí mi referencia a aquel mítico viaje en el que, por cierto, me
acompañaba Job, alguien que también sigue rulando por el mundo:
En cuanto al crowdfunding, ya vamos por el 19,5%. ¡Esto marcha! Muchas
gracias.
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