Una de los temores más frecuentes para alguien que se aventura en un país
extranjero por primera vez es el problema del idioma. El no manejarse en
determinada lengua, no solo nos limita a la hora de relacionarnos o de poder
llevar a cabo nuestras acciones del día a día (no hablemos ya de las
dificultades para encontrar determinados trabajos), sino que a su vez también
afecta a nuestra autoestima. El darte cuenta de que eres la única persona de
una reunión que no entiende los chistes, o no es capaz de decir nada coherente,
etc, condiciona nuestra autoimagen y nos hace sentir menos capaces, por muchos
mensajes de ánimo que nos den. Así me pasaba a mí durante mis primeros días en
Irlanda, en 2004, trabajando de pinche de cocina en mi primera experiencia en
el extranjero. Mirando atrás no puedo creerme que haya avanzado tanto con el
inglés en mi vida y carrera, la prueba definitiva de que querer es poder.
Este es un tema recurrente en el libro, ya que más adelante me pasaría algo
similar con el chino. Aquí mis recuerdos de aquellos primeros días irlandeses:
Y la campaña sigue a buen ritmo. Ya vamos por el 66,5%. Con que los
remolones salgan del letargo y muestren su apoyo este fin de semana, esto para
la semana que viene ya está hecho. ¡Vamos que se puede!
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